lunes, mayo 12, 2014

Alimentación en el Niños con Espectro Autista (I Parte)

Alimentación en el Niños con Espectro Autista  
(I Parte)
    El autismo es un trastorno que suele diagnosticarse en la niñez. Los síntomas más importantes son problemas de socialización, comunicación y pueden caracterizarse por conductas  repetitivas. Los problemas de sueño y alimentación son frecuentes en niños con autismo. Sin embargo, a pesar de la importancia que tienen estos dos factores para el adecuado desarrollo físico y psicológico del pequeño y el bienestar de la familia, las propuestas concretas de intervención son escasas y suelen reducirse a programas para mejorar los hábitos de autonomía en las comidas.  Nuestra intención es reforzar  el manejo nutricional en pro del beneficio de estos niños, conversaremos sobre la dieta de eliminación (Autismo II Parte) y el manejo nutricional adecuado así como una guía de intervención para mejorar los hábitos alimentarios.
En autismo hay controversias que involucran factores relacionados a la alimentación en su manejo. El estado nutricional del paciente dependerá de la severidad de su enfermedad de base, tiempo de evolución, adecuado cuidado y de la vigilancia nutricional por parte del equipo multidisciplinario tratante. Un buen manejo metabólico-nutricional contribuye a mejorar la evolución de la enfermedad neurológica de base, a disminuir los efectos adversos de los medicamentos, a prevenir carencias específicas de nutrientes, el desarrollo de enfermedades por exceso (obesidad) y complicaciones no nutricionales (por ejemplo: infecciosas).
Los trastornos de alimentación en autismo aparecen con manifestaciones variadas, tienen como factor común la hiperselectividad alimenticia. Algunos niños autistas muestran desde los primeros meses de vida problemas para ingerir las cantidades necesarias y en algunos casos aparecen signos de intolerancia (vómitos y/o complicaciones intestinales), pero las dificultades se acentúan cuando hay que cambiar el tipo de alimentación introduciendo papillas. Se puede observar entonces desde el rechazo general hasta los primeros indicios de selectividad hacia ciertos sabores y texturas.
Además de la hiperselectividad gustativa o alimentaria existen otros trastornos nutricionales: Dificultad para ingerir las cantidades necesarias o Intolerancias Alimentarias. Acumulo de sustancias opiáceas (ocasionado por la ruptura incompleta de ciertos alimentos como el gluten del trigo, la cebada, el centeno y la avena y de la caseína que procede de la leche o de los productos lácteos) por deficiencia de enzimas digestivas. Posibles alteraciones sensoriales de modalidad olfativa, gustativa o táctil, que ocasionan selectividad hacia determinados tipos de alimentos. Deficiencia de algunos nutrientes como fibra, calcio, hierro, vitamina E y D.
Debido a que la  inflexibilidad  es una de las características más universales y claras del procesamiento autista, ésta  puede tener como consecuencia el rechazo absoluto a cualquier novedad alimenticia. Los padres y educadores no suelen comprender el por qué de este rechazo y, con frecuencia, la única alternativa válida que encuentran es forzar al niño a comer, con lo cual se asocia (condicionamiento clásico) la ingesta de comidas nuevas, o todo el complejo estimular que compone la situación de comidas, a estados emocionales negativos y que el niño rechaza.  Los responsables de la crianza, por su parte, comienzan de forma lenta pero continua a presentar muestras de aumento de niveles de ansiedad, ya que la comida constituye el signo capital de cuidado y aparecen sentimientos encubiertos de incompetencia y sensación de reto. En este punto, algunos padres conservan la calma y, con paciencia y sentido común, alcanzan con éxito la meta de que su hijo tome muchos de los alimentos que le van ofreciendo; otros, persisten en forzarlos sin mucho éxito o, incluso, con algunos retrocesos, hasta que optan por pedir ayuda profesional; y, la mayoría, ofrece al niño sólo los alimentos que toma sin problemas - biberones o papillas, alimentos selectivos como macarrones, espaguetis, etc. - con tal de mantenerle nutrido y sin problemas.
Para un Manejo Nutricional adecuado debemos recordar que:  
• Las comidas son momentos agradables.
• La hora de comer, sólo se come; no se juega ni se ve la televisión. (Se puede permitir al niño mantener un pequeño juguete en la mano).
• La comida es algo “rico y apetecible.”
• La comida constituye un ritual cuya forma la va a marcar el adulto.
• Nunca se va a entrar a “luchar” con el niño ni a forzarle más de lo “imprescindible”.
• Todos los días hay que comer, y hay que comer una cantidad previamente establecida.
Para lograr una adecuada intervención nutricional e ir incorporando nuevos alimentos y/o preparaciones sugerimos seguir un orden  en la presentación de los alimentos:
1. Comida preferida en formato preferido.
2. Alimentos de igual textura con sabor ligeramente distinto.
3. Cambio de texturas: purés cada vez más espesos.
4. Puré espeso con una cucharada de sólido machacado con tenedor. Aumento cuidadoso y paulatino –unidad de cucharada– de alimento sólido machacado.
5. Puré de comida (legumbres suaves) machacado con tenedor.
6. Puré –hecho con tenedor– al que se va añadiendo paulatinamente una cucharadita de comida entera.
7. Alimento sólido en comida distinta: merienda o cena.
8. Introducción de segundos platos: croquetas, tortilla, rebozados...
9. Variedad de texturas y sabores.
Para introducir sabores nuevos: Se elegirá un alimento de sabor similar al preferido, con la misma textura y temperatura. Se deberán colocar los platos como se presentan en el punto anterior, de forma que el niño vea el plato que tiene que tomar en primer lugar y el postre preferido. La cantidad debe ser menor que en el caso de la comida normal. Se ofrecerá el alimento al niño y, si lo rechaza, se insiste en el ofrecimiento con firmeza y paciencia. El plato debe quedar vacío - aunque haya que retirar cierta cantidad, preferiblemente sin que el niño se dé cuenta -. En ese momento, se pueden adoptar dos alternativas, tanto si ha tomado el alimento nuevo con gusto, como si no: (a) ofrecer durante un tiempo el nuevo alimento aumentando la cantidad o (b) ofrecer cada día un sabor nuevo, pero manteniendo igual textura y temperatura. En función de las respuestas del niño, se puede optar por una u otra alternativa. Los nuevos alimentos sólo se ofrecerán en  una de las comidas, el resto – la cena - estará constituida por la comida preferida y aceptada, aunque sean biberones, a fin de asegurar la adecuada nutrición del pequeño.
Cambio de texturas: Si el niño toma purés, deben presentarse de más espesos de forma muy lenta y progresiva. Cuando el niño acepta alimentos más espesos, se deben introducir dentro del puré pequeñas cantidades de comida sólida, machacada con el tenedor. Si el niño escupe las partículas, no se le atiende ni se intenta que se lo trague y se sigue dándole cucharadas. Posteriormente, se ofrecerá el alimento machacado con el tenedor. El siguiente paso será el tomar platos constituidos por comida machacada con tenedor, con introducción muy progresiva –una cucharadita diaria– de alimentos sólidos.
De forma simultánea se debe ofrecer alimento en forma sólida, pero en otra comida. Por ejemplo, en la cena o merienda, se pueden ofrecer alimentos sólidos que ya comiese el niño, como papas  fritas, galletas de arroz, cotufas, aceitunas... dentro de la rutina establecida y cumpliendo el principio de que sólo se va a tomar ese alimento.
Cuando el niño tome alimentos sólidos será lógico que unos le gusten más que otros. Tenemos que procurar ofrecerle, por lo menos durante unos meses, menor cantidad y con menor frecuencia los alimentos que menos le gustan que los que le gusten.

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